ALLAN
NAIRN, PERIODISTA DE INVESTIGACIÓN ESTADOUNIDENSE
El testigo que hubiera acusado a Estados Unidos y a Pérez Molina
El periodista estadounidense Allan
Nairn sabe bien lo que significa “tierra arrasada”. No fue algo
que leyó en un informe, ni le contaron, es algo que vio con sus
propios ojos durante sus viajes al área ixil a inicios de los años
80. Entrevistó, entonces, al presidente de facto Efraín Ríos Montt
y a su asesor Francisco Bianchi, quienes le hablaron sobre los
operativos contra población civil. Nairn también habló con el
entonces mayor Tito Arias y hoy presidente de Guatemala, Otto Pérez
Molina, el día en el que el periodista cree que Arias torturó hasta
la muerte a guerrilleros capturados. Nairn señala al mandatario, a
la diplomacia estadounidense y a la CIA de ser cómplices del
genocidio en Guatemala. Había sido citado por la acusación para
testificar en el juicio por genocidio, pero a última hora ya no fue
llamado. En esta entrevista explica lo que hubiera dicho a los
jueces.
AUTOR
Miércoles
22 de Mayo de 2013
Pérez
Molina estaba más cerca de la sangre que Ríos Montt. Ríos Montt
estaba en el Palacio Nacional. Aunque él estaba dando órdenes y
recibía informes frecuentes y ordenaba las masacres desde arriba con
mano dura, fue Pérez Molina quien estaba en contacto con las
víctimas cara a cara.
La
mayoría de la información que tiene Estados Unidos sobre estos
crímenes aún no ha sido desclasificada. Como un país que participó
directamente en estos hechos, Estados Unidos sabe mucho.
Como
narra en su blog personal, Nairn iba a presentarse ante el tribunal
el 15 de abril a solicitud del Ministerio Público (MP), pero once
días antes de su declaración, las revelaciones de otro
testigo, Hugo
Ramiro Leonardo Reyes,
parece haber determinado que el MP ya no lo llamara. Reyes fue el
testigo que colocó en el campo de las masacres a tres personajes
paradigmáticos, difíciles de encontrar en una misma baraja: el
presidente Otto Pérez Molina; el general José Luis Quilo Ayuso,
presidente de la Asociación de Veteranos Militares (Avemilgua); y a
Juan Chiroy Sal, el acusado de dirigir la masacre de manifestantes de
Totonicapán en 2012, quien en 1982 era menor de edad. Estas
declaraciones, aparentemente fuera del guion de la acusación,
pudieron haber desatado una crisis entre el Presidente y la Fiscal
General, Claudia Paz y Paz; de hecho, Pérez Molina dijo a CNN el
día de la sentencia que ella lo había llamado para explicarle que
no sabía que el testigo Reyes afirmaría eso. Es probable que
con ese antecedente, la fiscalía haya decidido prescindir del
testigo Nairn.
Los
reportajes de Nairn, publicados en The New York Times, The
Washington Post, The Nation y The New
Republic, entre otros medios, presentan el rostro humano de los
conflictos bélicos en Guatemala, El Salvador, y Timor Oriental, y
exponen cómo Estados Unidos se ha hecho cómplice de las violaciones
a los derechos humanos en estos países al proporcionar armas y
entrenamiento a regímenes represivos. Los reconocimientos que ha
recibido incluyen el Premio Robert F. Kennedy por su cobertura
noticiosa en Timor Oriental (1993), el Premio George Polk (1994) y el
Premio George Aronson para el Periodismo de Justicia Social (1994).
Nairn
y la periodista gráfica Jean Marie Simon, figuran en el
documentalTitular
de Hoy: Guatemala,
del director finlandés Mikael Wahlforss (1983), una colección de
brutales imágenes sobre la violencia en el altiplano y de
reveladoras entrevistas con los actores del conflicto: la población
civil que fue sistemáticamente atacada por el ejército, los
integrantes de la guerrilla, los soldados y sus comandantes. El
periodista ya había viajado a Guatemala, cuando se le informó que
su presencia en el Palacio de Justicia no sería requerida. Esta
entrevista fue concedida el 10 de mayo, día en que el Tribunal de
Mayor Riesgo dictó la condena por genocidio contra Ríos Montt, la
cual acaba de ser anulada por la Corte de Constitucionalidad.
¿Cuál
iba a ser el enfoque de su testimonio? ¿Iba a hablar de lo que
presenció en Quiché durante el rodaje del documental de Mikael
Wahlforss, Titular
de Hoy?
Ese
iba a ser el punto principal, lo que vi en el campo, lo que me
dijeron los soldados y los sobrevivientes, y también las entrevistas
que le hice a Ríos Montt.
El
18 de abril, el mismo día en que se detuvo el juicio, usted escribió
en su blog que
no le habían permitido declarar y que fiscales y jueces habían sido
amenazados durante el juicio. ¿Tiene alguna evidencia de ello?
Sí,
han habido otras amenazas aparte de las que mencioné en el artículo.
En el artículo digo todo lo que puedo decir sobre este tema. No
puedo decir más que lo que escribí, pero no hay lugar a dudas. De
hecho las amenazas han sido mucho más serias de que lo di a entender
en el artículo.
Cuando
el MP le dijo que no declararía, ¿le dio alguna razón?
Sólo
me dijeron que no testificaría, pero no quiero entrar en detalles.
¿Se
sintió frustrado cuando le dijeron que no declararía?
Sí.
Cuando
se suspendió el juicio, ¿pensó que ahí acabaría todo?
Al
inicio sí se había acabado todo, el proceso estaba muerto, pero
lograron resucitarlo y eso sucedió en gran parte debido a la
reacción de Pérez Molina luego de que lo criticaran por haber
detenido el juicio. Al parecer eso verdaderamente lo sacudió.
Primero, permitió que se abriera el juicio bajo la condición de que
a él no lo tocarían; él estaba dispuesto a sacrificar a Ríos
Montt, igual que todo el establishment, luego cuando se
dieron cuenta del daño político que les estaba causando el juicio,
cambiaron de opinión y dijeron: “¿Por qué tenemos que sacrificar
a Ríos Montt? ¿Por qué tenemos que sacrificar nada?”. Pero
cuando llegaron las reacciones y a él lo responsabilizaron
personalmente, de repente siguieron las negociaciones y regresó a su
postura de sacrificar a Ríos Montt y los elementos que lo habían
ayudado a detener el juicio en primer lugar, los militares retirados
y la gente del CACIF, se vieron obligados a retroceder.
Cuando
entrevistó a Ríos Montt, ¿él admitió que sabía que estaban
ocurriendo las masacres en el altiplano?
En
mis dos entrevistas con Ríos Montt, él fue muy firme al hablar
sobre su mando. Durante la primera entrevista, en mayo de 1982, una
de las primeras cosas que le pregunté fue el hecho de que lo
conocían como “El Verdugo de Sansiquisay”. Le
pregunté: “¿Qué pasó en Sansiquisay?” y esperaba que evitara
el tema pero no lo hizo. De hecho, se puso de rodillas sobre la
alfombra en el Palacio Nacional y me dijo: “Déjeme que le cuente
lo que pasó en Sansiquisay”. Señalando con el dedo comenzó a
representar la escena y dijo: “Bueno, los subversivos estaban aquí
y los rodeé y ordené que abrieran fuego”. Estaba describiendo en
gran detalle lo que hasta ese momento había sido el único caso en
el cual lo habían acusado de cometer violaciones de derechos humanos
y en vez de negarlo, él se ufanaba de estar al mando y lo utilizaba
como un ejemplo que ilustraba la agresividad de ese mando. En ese
tiempo, cuando comenzamos a hablar de las masacres en el campo, en
vez de negar que estuvieran ocurriendo, dijo: “Mire, por cada
guerrillero que dispara hay diez personas detrás”, refiriéndose a
diez civiles desarmados. Y luego su secretario, Francisco Bianchi,
quien tenía mucho poder, dijo: “Lo que sucede es que los
guerrilleros reclutaron a muchos indígenas”, se refirió a ellos
como indios, “¿Y cómo se combate la subversión? Hay
que matar a los indios porque están del lado de la subversión” y
Ríos Montt nunca lo contradijo, nunca objetó a lo que estaba
diciendo. Mucho tiempo después, cuando ya había sido depuesto, le
pregunté si, dado que él estaba fervientemente a favor de la pena
de muerte, creía que merecía ser enjuiciado y ejecutado por el
papel que había jugado en las masacres. Y saltó de la silla y
gritó: “¡Sí! Llévenme a juicio! ¡Pónganme contra el paredón!
Pero si me van a enjuiciar también deben enjuiciar a varios
americanos, incluyendo a Ronald Reagan!”. Él siempre ha sido así.
Cuando
lo entrevistó en esa época, ¿le sorprendió que hablara tan
abiertamente sobre sus acciones?
Me
sorprendió un poco. Él era así. Y esa fue una de las cosas que lo
metió en problemas en términos políticos; algunos en el ejército
y mucha gente de la oligarquía sentía que les estaba dando una mala
imagen porque salía en la televisión y daba sermones locos en medio
de los cuales comenzaba a hablar de sexo y de moralidad personal y la
gente pensaba: “Eso no es lo apropiado para un jefe de Estado”.
Pero hoy en día, él sigue siendo así. Tiene 86 años y ahí estaba
vociferando en ciertos momentos (durante su declaración el
9 de mayo). También solía contradecirse; por una parte decía que
por cada guerrillero que disparaba había diez personas detrás, pero
luego si uno le preguntaba sobre las masacres decía cosas como
“es usted quien
está afirmando que hubo masacres”. Se contradecía, saltaba de un
tema a otro.
¿Cree
que Ríos Montt tenía razón cuando dijo que había que enjuiciar a
un buen número de norteamericanos por el papel que jugaron en
Guatemala? ¿Cree que eso sería posible?
Creo
que en este momento no es posible. Si uno se avocara a un fiscal
estadounidense y le preguntara acerca de la posibilidad de enjuiciar
a George W. Bush por el crimen de agresión en Irak – ese fue el
cargo que le imputó a muchos de los Nazis en Nuremberg – o si uno
le preguntara sobre la posibilidad de investigar a Obama por el
asesinato de civiles mediante el uso de drones,
lo mirarían a uno como un loco a pesar de que las leyes
internacionales y estadounidenses les confieren la potestad de
iniciar una investigación de ese tipo.
¿Existe
ahí una doble moral?
Claro
que sí, porque Estados Unidos apoyó el juicio de Ríos Montt.
Primero apoyaron a Ríos Montt cuando estaba cometiendo las matanzas
y ahora apoyan que sea enjuiciado por esos delitos y eso es típico
de los Estados Unidos. Estados Unidos está apoyando este proceso
porque así pueden decir que están a favor de los derechos humanos y
pueden utilizar esto como un ejemplo de cómo apoyan a la justicia, y
no les cuesta nada porque piensan que es algo que no acabará
incriminándolos a ellos también.
Cuando
la jueza Barrios dijo que el MP debía investigar a todos aquéllos
que estuvieron involucrados en los crímenes por los cuales Ríos
Montt fue condenado, ¿cree que eso también debería incluir a
funcionarios estadounidenses? ¿Cree que podrían ser enjuiciados en
Guatemala?
Sí,
creo que el Ministerio Público también tiene el deber de investigar
a los americanos que estuvieron involucrados en estos hechos: los
funcionarios de la embajada estadounidense, los militares
estadounidenses que estaban entrenando a las tropas guatemaltecas, y
también bastante personal encubierto. La mayor parte del trabajo que
hacían era con la G2. También sugeriría que trataran de obtener un
mandato judicial para acceder a los informes de la CIA y de otras
unidades estadounidenses de inteligencia, y sobre todo, acceder a las
miles de escuchas telefónicas que realizó la Agencia Nacional de
Seguridad. Estados Unidos tiene la costumbre de espiar a los
ejércitos que apoya. Lo hacen de manera rutinaria y sistemática y
por supuesto, siempre cuentan con la tecnología de espionaje más
avanzada. Eso quiere decir que Estados Unidos siempre estuvo
monitoreando las comunicaciones en el Palacio Nacional y en esa época
se hacían llamadas entre Ríos Montt y altos funcionarios
estadounidenses. Sin embargo, este es el material más difícil de
obtener del gobierno estadounidense.
Ya
existe un buen número de cables
de la CIA que
han sido desclasificados que fueron puestos a disposición del
público mediante el National Security Archive. Algunos de esos
documentos se utilizaron como evidencia durante el juicio de Ríos
Montt. ¿Cree que hay muchos otros documentos que aún no han sido
desclasificados?
Esos
documentos, desclasificados mediante La Ley de Acceso a la
Información Pública (Freedom of Information Act), tenían un nivel
bajo de confidencialidad, no eran considerados como los más
confidenciales. En el caso de los documentos más confidenciales no
permiten que se vea ni un solo párrafo. Por ese motivo pienso
que la mayoría de la información que tiene Estados Unidos sobre
estos crímenes aún no ha sido desclasificada. Como un país que
participó directamente en estos hechos, Estados Unidos sabe mucho.
Por ejemplo, el agregado militar George Maines dijo que él y
Benedicto Lucas García desarrollaron la estrategia de enviar a las
tropas a las aldeas, la cual resultó en las masacres que se
cometieron bajo el régimen de Ríos Montt. Él (Maines) dijo que
Benedicto (Lucas García) comenzó con esa estrategia y que Ríos
Montt la expandió y la convirtió en una política generalizada.
Otro estadounidense que también se encontraba aquí en esa época,
un boina verde, el Capitán Jesse García, describió cómo estaba
entrenando a las tropas guatemaltecas en tácticas de asalto, lo cual
incluía la destrucción de las aldeas.
¿En
alguna ocasión entrevistó a José Mauricio Rodríguez Sánchez?
No
que yo sepa. En ese entonces utilizaban seudónimos.
¿Le
sorprendió el hecho de que lo declararan inocente?
Sí.
El G2 no era solamente un cuerpo de inteligencia, era una fuerza
armada y fue una responsable por una buena parte de los asesinatos.
La G2 se enfocaba casi exclusivamente en la persecución de personas
que no eran combatientes. De hecho, hubo un caso en que la G2
secuestró a la persona equivocada, un pastor americano y la embajada
estadounidense se lo dijo a Ríos Montt, y él llamó al centro de
tortura y dijo: “Agarraron a uno que no era; tienen que soltarlo”.
Eso lo mencioné en el artículo “La
Burocracia de la Muerte” que
firmé con Jean
Marie Simon.
La G2 le proporcionaba objetivos al ejército. Por ejemplo, cuando se
cometía una típica masacre, aunque no participara directamente
nadie de la G2, le proporcionaban a las patrullas una lista de
objetivos y entonces las patrullas iban a las aldeas, miraban la
lista, agarraban a esas personas y así comenzaban los
interrogatorios y la tortura. La G2 se hacía cómplice de los
asesinatos y en muchas ocasiones participaron de manera directa,
sobre todo en los asesinatos políticos directos, para los cuales
empleaban a su propio personal, especialmente cuando se trataba de
desapariciones forzadas. Agarraban a la gente, la llevaban a los
centros de detención y la torturaban hasta que ya no le servía y
entonces la descuartizaban y se deshacían de los cuerpos.
De
todas las cosas que presenció en Guatemala durante los años 80.
¿Qué lo impactó más?
Enterarme
de que una amiga que había desaparecido había sido hallada muerta y
que le habían cercenado las manos. También el ambiente de terror:
las balaceras, los cuerpos decapitados en la calle. Era muy probable
escuchar una ametralladora al andar en la calle durante el día.
Nunca he visto algo así. Desde entonces, he trabajado en contextos
similares de represión en muchos países pero sólo hay una
situación en la cual los niveles de terror se comparaban con los que
se vivieron en Guatemala: Timor Oriental cuando fue ocupada por el
ejército indonesio. Mataron a una tercera parte de la población, el
mismo porcentaje de judíos que mataron los Nazis. En 1991, me
encontraba en medio de una masacre y logré sobrevivir. Más de 180
personas fueron asesinadas por el ejército indonesio. Sucedió en un
lapso de veinte minutos y mientras los soldados le disparaban a la
gente con sus fusiles M16 americanos, me acordé de Guatemala y
pensé: “Dios mío, así es una masacre”. Había escuchado los
testimonios de los sobrevivientes y de los soldados, pero en ese
momento estaba sucediendo frente a mí.
Dentro
de esas instrucciones recibidas por el Ministerio Público, para que
continúe con las pesquisas. ¿Cree que hay suficiente evidencia para
investigar y enjuiciar a Pérez Molina?
Creo
que la orden que ella le dio al Ministerio Público de continuar la
investigación de todos aquéllos que participaron en esos crímenes
es tan importante como el fallo contra Ríos Montt. Eso fue algo que
me sorprendió, no me lo esperaba. Tras la condena de Ríos Montt
resulta inevitable investigar la culpabilidad de Pérez Molina. ¿Cómo
podría el sistema de justicia condenar a un jefe de Estado que
estaba a cargo de un programa de genocidio y asesinato a gran escala,
pero no investigar y enjuiciar a la figura que estaba implementando
ese programa? Pérez Molina estaba más cerca de la sangre que Ríos
Montt. Ríos Montt estaba en el Palacio Nacional. Aunque él estaba
dando órdenes y recibía informes frecuentes y ordenaba las masacres
desde arriba con mano dura, fue Pérez Molina quien estaba en
contacto con las víctimas cara a cara y quien a veces realizaba
personalmente los interrogatorios, como estaba haciendo cuando lo
encontramos en Nebaj.
¿Sabía
el MP que usted iba a mencionar a Otto Pérez Molina en su
declaración?
No
lo sé, creo que siempre existió esa posibilidad. Las cosas
cambiaron luego de que un testigo, un ex soldado, mencionó a (Otto)
Pérez Molina. Al parecer eso lo alarmó y lo sacudió. Creo que
nadie esperaba que el testigo mencionara a Pérez Molina y después
de eso él tomó medidas para asegurar que eso no volviera a suceder.
Parece ser que es algo que le preocupa mucho.
¿Fue
prudente arriesgar la continuidad del juicio al mencionar a Pérez
Molina?
Bueno,
no fue una decisión política; fue la declaración espontánea de un
testigo, el cual, por voluntad propia, decidió mencionar el nombre
de Pérez Molina. Eso sacudió todo.
¿Cuál
considera que iba a ser la parte más sensible de su declaración?
Cualquier
mención de Pérez Molina. Hay varios aspectos; el más importante es
el hecho de que él era un comandante en el campo de operaciones en
el área ixil cuando se produjeron las masacres por las cuales Ríos
Montt fue condenado. En segundo lugar, cuando estuve allí, hablé
con muchos oficiales y soldados que estaban bajo su mando. Dijeron
que estaban actuando bajo órdenes y que frecuentemente capturaban y
torturaban civiles, algo que describieron en detalle.
¿Podría
hablar sobre la escena en Titular
de Hoy en
la cual aparece Otto Pérez Molina junto a los cadáveres de cuatro
guerrilleros?
La
parte en el documental donde aparece junto a los cuerpos de cuatro
guerrilleros que habían sido capturados la noche anterior ha
recibido mucha atención en Guatemala. Me parecía evidente que Pérez
Molina había estado involucrado en su muerte porque un soldado dijo
que le habían entregado a esos hombres para que los interrogara y
otro soldado cuyo rostro no aparece en el documental, me dijo: “Sí,
los rematamos, los matamos”, y allí estaban, muertos. La
explicación oficial del ejército es que murieron a consecuencia de
la explosión de una granada, pero eso no era plausible. Yo escuché
la explosión. No nos encontrábamos muy lejos de allí; de hecho
estábamos caminando en la dirección opuesta al cuartel con Pérez
Molina cuando ocurrió. Todos lo escuchamos; regresamos corriendo, el
entró pero a nosotros no nos dejó entrar. Lo siguiente que vimos,
varias horas después, fue que los hombres estaban muertos, como
puede ver en el documental. Algunos de ellos habían sido heridos por
la explosión pero los soldados dijeron que estaban vivos y
que Tito los había interrogado y de hecho vi a Tito
entrar corriendo al lugar donde se había producido la explosión, lo
cual significa que un minuto después de haberse producido esa
explosión, él tendría que haber estado cara a cara con esos
hombres y es imposible que hayan muerto a consecuencia de la
explosión. Lo que es mucho más probable es haya ocurrido lo que
narraron los soldados: los hombres estaban vivos y Tito los
comenzó a interrogar con mucha fuerza y al final estaban muertos, el
ejército los había matado pero no sé exactamente a manos de quién
murieron.
¿En
aquél momento esta escena le llamó la atención?
En
ese momento, después de haber sido partícipe de esa escena y de
haberme formado de inmediato una idea de lo que había sucedido, no
me pareció gran cosa en comparación con todas las otras cosas que
estaban sucediendo. Este era un caso en que guerrilleros armados
habían sido capturados y habían muerto después de ser interrogados
mientras que miles y miles de civiles en las aldeas estaban siendo
masacrados por esas tropas, por esos hombres. Eso era algo real, las
masacres que sucedían bajo el mando de Ríos Montt. Entonces eso fue
lo que me pareció importante en ese momento y Tito no
me llamó mucho la atención.
¿Qué
impresión le causó Pérez Molina cuando lo entrevistó?
No
me impresionó mucho. El artículo que publiqué en New
Republic en esos días apenas contenía algunas frases sobre
él. Parecía ser otro burócrata. Hablaba de forma muy diferente a
la de sus subordinados porque obviamente era un hombre político,
había sido entrenado para hablar con extranjeros y se limitaba a
repetir la línea oficial, mientras que todos sus subordinados, los
tenientes, los sargentos, los cabos, las tropas, hablaban con mucha
franqueza. El hecho de que la muerte de esos cuatro hombres
haya aparecido en el documental fue pura coincidencia y es algo que
ahora ha regresado para perseguirlo y es algo que ha dado mucho de
qué hablar.
¿Fue
esa la única ocasión en que usted lo vio?
Lo
vimos en varias ocasiones durante varios días y grabamos varias
entrevistas con él cuando íbamos y veníamos de Nebaj, pero no era
alguien que llamara mucho la atención. El único aspecto relevante
era el hecho de que era un comandante que se encontraba en el campo
de operaciones y las tropas bajo su mando afirmaban que estaban
cometiendo masacres y que estaban actuando bajo órdenes.
¿Qué
tan importante cree que ha sido Titular
de Hoy en
términos de evidenciar el papel que jugó Pérez Molina durante el
conflicto armado?
He
conocido a mucha gente que ha visto el documental. De hecho, el otro
día ocurrió algo que me sorprendió mucho. Comencé a platicar con
un soldado y le pregunté: “¿Qué opina sobre el juicio de Ríos
Montt?” Comenzó a darme su opinión sobre el tema y me dijo:
“¿Sabe usted que hay un video en internet? Tiene que verlo”.
Comenzó a describir el video y dijo: “¿Sabe quién sale en ese
video?” Y señaló en dirección del Palacio Nacional y dijo: “Él.
Otto Pérez Molina”. Y fue algo que me llamó bastante la atención.
¿Se
dejaron fuera tomas que ahora pudieran servir como evidencia para la
persecución penal de otros militares involucrados en violaciones de
derechos humanos?
Hay
muchas horas más de grabaciones. Mikael Wahlforss tiene las copias
de las cintas. Valdría la pena revisar eso.
¿Estaría
usted dispuesto a declarar en contra de Pérez Molina ante un
tribunal?
Sí,
estaría dispuesto a declarar en cualquier caso en el cual pudiera
saber algo que fuera relevante.
Durante
su declaración al final del juicio, Ríos Montt dijo: “cada
comandante de zona fue responsable de lo que pasó en su territorio”.
¿Cree que estaba culpando a comandantes como Pérez Molina?
Bueno,
no sé cuáles sean sus intenciones en términos políticos.
Obviamente Pérez Molina y Ríos Montt han sido adversarios en el
pasado pero más que nada lo que Ríos Montt estaba haciendo era
eludir su responsabilidad. De hecho, dijo que las únicas tres
responsabilidades que tenía era conferir pensiones, reclutar al
personal militar y entregar medallas, lo cual es un acto de cobardía
por su parte. Aquí tenemos a un hombre que era un general, un
dictador militar que estuvo a cargo de lo que quizás haya sido una
de las mayores matanzas en la historia de Guatemala y una de las más
grandes matanzas en la historia mundial reciente. Y él estaba
orgulloso de ello, era muy franco al hablar sobre su mando, su
fuerza, y ahora se está escabullendo, se está escondiendo y está
diciendo que no tenía ninguna responsabilidad. Es una respuesta
patética por su parte y los hechos la contradicen totalmente.
LINK:
http://www.plazapublica.com.gt/content/el-testigo-que-hubiera-acusado-estados-unidos-y-perez-molina de
fecha 22 de mayo de 2013.
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