Mi Estado es La
Puya y mi presidenta se llama Martina
(extret de http://www.plazapublica.com.gt/content/mi-estado-es-la-puya-y-mi-presidenta-se-llama-martina)
Gabriela Carrera
El estado de
Guatemala está en plena contradicción, y en total cuestionamiento. Es un Estado
saqueado por una suma de gobiernos que llegan a vender al mejor postor lo que
no es de ellos, sino de todos. Sacan ganancia, y nada más importa.
Lunes 26
de Mayo de 2014
Desconozco al
Estado cobarde y criminal del general Otto Pérez Molina y del teniente coronel
Mauricio López Bonilla, jamás retirados de un ejército que regresó desde hace
ya algunos años a ser Estado y a ser gobierno.
Ante este estado de
violencia, de represión, de intimidación y todas aquellas características
propias de un Estado de dictadura, está la gente que cree en lo que este Estado
debiera de hacer, porque ya nadie cree en este, nadie cree en el gobierno de
hoy que dijo hacer de este Estado, otro.
El viernes 23 de
mayo, a las afueras de San José del Golfo, un hombre de civil nos para, nos
dice que desde ahí el camino es por “cuenta y riesgo de cada quién”, detrás de
él un picop con las placas tapadas. Caminamos más de tres kilómetros, a nuestro
costado había radiopatrullas, policías en las palanganas de los carros,
sentados, durmiendo algunos. Son más de 70 radiopatrullas y 20 buses. Al llegar
donde hace algunos meses estábamos celebrando la misa de alegría por esos dos
años de resistencia, están los policías, sentados, esperando; todo está en
desorden, alrededor de ellos, la basura de una mala bolsa de almuerzo –una lata
de frijol y algo de tomar–, nos miraban. Han pasado dos horas ya de haber
lanzado con saña gases lacrimógenos a ancianos, mujeres, niños, pero el aire
está tan cargado que comenzamos inmediatamente a llorar. Al fondo los
comunitarios, y frente a ellos los antimotines que han barrido con todo. Veo a
uno recoger el casquillo de una bala de escopeta.
“A más represión,
más resistencia pacífica”, dicen las mujeres de La Puya. Siguen ahí, de pie,
rezando, cantando, pidiendo que los dejen defender su tierra, su agua. Las
intimidan, se comen su comida, les botan el agua que llega para los
comunitarios. Hoy no tienen el mismo lugar para guardarse del sol o la lluvia,
se los han quitado. Pero ellas improvisan un nuevo lugar para resistir. Desde
ahí dan las gracias a las muestras de cariño y solidaridad de muchos, y
devuelven ese cariño ofreciendo de lo que ellos comen, pero también ofreciendo
el corazón que los mueve a todos ellos a mantenerse en ese suelo que alguien,
con razón, llamó sagrado. Los hombres ayudan con la comida, otros se sientan y
comienzan a cantar, porque la lucha que tiene mucho de humanidad, tiene mucho
de alegría. Ahí están los heridos, “listos para la agarrada que viene”, dice un
hombre de la comunidad.
Desconozco al
Estado cobarde y criminal del general Otto Pérez Molina y del teniente coronel
Mauricio López Bonilla, jamás retirados de un ejército que regresó desde hace
ya algunos años a ser Estado y a ser gobierno. Yo soy apátrida del proyecto que
dice ser de país y es de pagar cuentas pendientes de favores anteriores, yo no
soy ciudadana de ese Estado que se atreve a golpear, a saquear, a robar los
bienes de una comunidad. Ese Estado que no sirve para la comunidad, se lo dejo
al gobierno porque es tal para cual.
Mi Estado se llama
La Puya. No debe nada a nadie, sabe defender lo que es suyo, mantiene la frente
muy alto, no se rinde, no se vende. El Estado al que pertenezco sabe
organizarse para resistir, el Estado del que me siento orgullosa cuida a los
suyos, contagia solidaridad, valentía. Sabe lo que significa el bien común y la
repartición de la riqueza. Sabe que la violencia no lleva a nada y no
cree en ella. Lo suyo no es la intimidación, si no es la intimidación que nace
de quien es honesto. Mi presidenta se llama Martina, es una mujer mayor que ha
estado ahí desde el inicio. Puede ser ella, o cualquier otra mujer que hoy,
mientras usted está leyendo esto sigue ahí, de pie, defendiendo su vida y la de
muchos otros.
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